No llorar está mal.
Llorar a veces está bien.
Llorar siempre está más o menos.
De chiquita mi mamá me decía maría magdalena, no sé si por lo puta o por lo llorona. Pero la cosa es que yo lloro mucho.
Lloré con Bambi, Ico y todas esas películas preparadas para que uno llore.
Pero también lloré con 300 (la película de Esparta) unas tres o cuatro veces: cuado Leónidas se va con los 300 a las Termópilas, cuando está por empezar Maratón, cuando muere el hijo de uno de ellos, bueno, muchas más de tres veces en realidad, pero dejémoslo ahí.
Lloré en Danza con Lobos, en Karate Kid I, II, y III, lloré cuando a Terminator II se le apagaba su ojito rojo y se derretía en un tanque lleno de algo que lo derretía. Lloré con las películas de Van Dan, con el Último Emperador, Cómo perder a un hombre en 10 días, bueno básicamente creo que lloré en casi todas. Pero el límite de mi idiotez, fue ayer a la noche cuando lloré viendo La Caída, justo en el momento en que Hittler se paga el tiro.
La verdad no lo sé, hay dos opciones 1) soy muy sensible 2) soy muy idiota.
Me inclino más por la segunda.
Viaje de Soma hiper sensible
1 comentario:
Publicar un comentario